viernes, 27 de abril de 2012

“Fecha del fenómeno”


 “Las cosas cambian, nosotros cambiamos
¿A qué morgue va a dar la maravilla
atropellada por la mudanza?”

“Hay miradas femeninas que guardan
la tristeza dulce de un soneto” E.M.C

No podía estar más apurado bañando tiernamente con aguarrás esa piel de varios colores hasta lograr que recobrase un tono medianamente pálido permitiéndome secarlo con oleo de la espátula y el pincel en mano.
Dos toques a la puerta, silencio, uno, dos, tres, cuatro, un toque nuevamente acompañado de golpeteos breves y rápidos de tacón expectativo. El sonido de la puerta era distinto al primero no sabía entre cual elegir.
Saqué la libreta de mi bolsillo, 2:34, segundo toque de los primero dos, silencio número 3, tengo calor,  un poco de sed, el día está nublado, no hay ruido, Erika tiene prisa.
Busqué en el librero una de las libretas catalogadas en ocasiones por clima, hora, fecha, tristeza, epifanía, números, sonidos, colores, olores.
-No, tampoco, ah, ya no recordaba la de arrebatos, no, menos ¡aquí está! Erika enero del 52. Debo dejar de concebir tantos apartados o dejarlo en una sola sección, entre fechas inventadas y mujeres, prefiero mujeres.
El día de nuestro primer encuentro los tacones ansiosos inauguraron la libreta, ahora ya habían dejado de acosar la genialidad pero duraron un buen tiempo a través de varias páginas, una, dos, seis, quince, veintisiete páginas y si no mal recuerdo también está en colores y sonidos.
No sé qué es lo que pasa que uno deja de escribir, se olvidan las palabras para narrar lo que ha dejado de producir fascinación.
Acomodé de nuevo las libretas, cerré la vitrina, abrí la puerta.
-¡Hey! tú no eres Erika.
-No, soy su hermana.
-Espera.
 -No puedo esperar, Erika quiere el cuadro a la de ¡ya!
-Espera.
-Por lo que veo el cuadro ya está listo.
-En lo absoluto.
-Erika dice que deberías dejar de acosar a la suerte, los ricos son más estúpidos que excéntricos, pero hay un límite.
Al verla supe que debía de escribir algo, aunque primero tenía que rectificar unos datos, fui a la vitrina y comencé a ojear mis libretas. Aquí está, recuerdos de otros.
-¿Qué lees? ¿Verdaderamente has leído todos esos libros?
-Angélica, Angélica Dosal, “Angie ha estado tan triste como cuando niñas la molesté con que la abuela no estaba de viaje, sino, muerta, sólo que nadie quería verla hacer dramas”
Volteé a verla para poder saber que letras debían enmarcarla.
-Odié a Erika por eso.
Me senté y comencé a escribir sin saber a dónde iría a parar la libreta después.
-¿Qué tiene de especial ese cuadro que no lo vendes y sólo lo rentas?
-Lo tiene todo. Puedes sentarte, la ventana tiene una buena vista, si tienes hambre hay pan y queso en la cocina.
-Mi hermana me comentó que se conocieron de una manera curiosa.
No llevó a cabo ninguno de las propuestas antes comentadas, tampoco se vio extrañada por lo antes dicho, se quedó parada frente a mí.
-No recuerdo que fuese curioso el evento ¿por qué estás triste?
Me levanté y le pasé la libreta de la primera columna.
-Dime tú si fue curioso.
Martes, ya no hace calor, Angie mide alrededor de 1.70, piel morena clara, tiene dos años menos que Erika así que tiene 24, parece un cuerpo de ensayo de Vitrubio ya que todo está proporcionado, cabello lacio castaño oscuro que rebaza los hombros, labios pequeños, aun tiene esos ojos de abuela muerta, aunque dudo que sea por la abuela, el cuello es delgado, los brazos son abrazables, no son de esos gordos feos traídos por el tiempo y la mala dieta, tiene dedos delgados, manos bien cuidadas, por la falda entallada color carne podría arriesgarme a decir que no trae...
-Mi hermana no tiene esos lunares.
-¿Qué?
-Y que yo sepa nunca trabajó en un lugar de esos.
-Déjame ver eso, mientras, dime porqué sigues triste.
-Ya no estoy triste.
-¡Ja! tienes razón, triste y mentirosa mujer, me equivoqué de libreta.
Repasé el librero, debajo del librero, encima del librero.
-No, sí está ahí, creo que ese día cambié de libreta. Mira.
Algún día de agosto, hay mucha gente, pareciera que observan algún cuadro, piensan si combina con el comedor, prefiero cuando san Jacinto está solitario o custodiado por uno que otro teporocho, no me gusta tanto sol.
Tacones de aguja, color marrón, desde su posición puede ver los cuadros de alrededor, falda entallada, piel clara, expresión altiva, se acerca, cabello castaño claro ondulado ondeando.
-Manet.
-Olimpia.
-Sabías que ese cuadro fue duramente tachado por la crítica.
-También por mi madre.
-Ja, ¿Cuál es su valor?
-Es invaluable.
-¿Cuánto cuesta?
- Siete mil.
- Es una buena copia, podrías venderla mucho más caro.
 -No está en venta, es la renta de un mes.
-ja ja, ¿Renta?
-En efecto señorita, si no le parece, por favor cambie de lugar para que pueda seguir en exhibición y encuentre arrendatario.
-Te doy dos mil.
-Esa es la renta de una semana.
-Qué curioso eres, me lo llevo.
-Yo lo llevo a su casa, deme sus datos.
- Srta. Erika Dosal...
Se fue con tanta seguridad que lo dejó pagado, no volteó a los lados, tenía la mirada fija en la idea del cuadro que estoy seguro que no adornaría su sala, tic tac, tic tac, seguían escuchándose sus pasos aunque no se encontraba la mujer a la vista.
-Lo sabes de memoria.
-Me gusta ese recuerdo.
-No adornó la sala porque ni siquiera le quitó la envoltura. Sí fue curioso.
-No has respondido.
-Erika, ¿la conoces enojada?
-Lo tengo en alguna libreta supongo.
-Es difícil hacer una exposición para un solo cuadro que ni siquiera está a la venta.
-No lo dudo.
-Y el cuadro se expone en 2 horas y al parecer seguirá fresco.
-Es justamente en ese instante cuando se macera en la pupila. No lo había olvidado pero no tenía nada que pintar, quédate quieta, voltea cuando te diga.
Me acerqué al cuadro, preparé los oleos, hice una última anotación en la libreta. “En efecto, no trae un mejor color permeando su cuerpo”
-Voltea, camina, quieta de nuevo, quita esa cara triste por Dios, no, tampoco hagas esa mueca, perfil, mira a la ventana, grita, enciende un cigarro, no importa que no fumes, quítate el arete izquierdo, también la chamarra, no tengas cuidado ya casi acabo, enséñame tu espalda, ya sé que en el cuadro no se nota pero tengo que tenerla en mente, sino, te advierto que saldrá mal, sonríe, no, mejor no sonrías, cierra los ojos, quédate así, descansando ciegamente.
-¿Ya puedo abrir los ojos? ¡hey! desde hace cuanto que estás fumando y viendo por la ventana.
-Llevo dos cigarros, ¿Por qué estás triste?
-No me parezco.
-Intenté quitarte un poco de melancolía pero no pude, el oleo es más quisquilloso que la tinta.
-No soy yo.
Envolví el cuadro.
-Te va a llamar tu hermana, dile que vas en camino.
-La pintura se arruinará.
-No es cierto.
-¿No vienes?
-No, me aburro y me pongo impertinente con los que rentan mi obra. Luego hablamos si así lo deseas, chao.
Abrió la puerta, llamó mi hermana apurada, corrí por las escaleras hasta llegar a la calle y tomé un taxi, él seguía viendo por la ventana. Llegué a la exposición, ya tenía listas las palabras para reconfortar a Erika por el fracasado lienzo. Ella con toda calma lo abrió sin sorprenderse del estado.
-Ese es Gerardo de vuelta al post-impresionismo y tú todavía triste. Es raro y encantador ¿no?
-No.
-Hablo del cuadro.
-Tampoco, me da miedo.
Era igual a la del cuadro, debo aceptar que no pudo haber retratado de forma más realista e impresionante esa mi tristeza.
-Sólo pinta así cuando encuentra algo nuevo.
-¿Porqué me mandaste? si no me hubieses dicho que era tan extraño me hubiera largado de inmediato.
-Seguramente no tenía nada nuevo que pintar, tú con esa tristeza que se va haciendo vieja lo sorprendiste. Además no seas mentirosa, no te hubieras ido.
En la exposición todos volteaban a verme, salí a fumar para evitar las miradas, cuidé que Erika no me viese, no fumo a menudo, sólo cuando me siento nerviosa, hacía un poco de frio pero era más soportable que las ansias de verme atrapada con esa gente en casi 2 metros cuadrados de tela, caminé hasta un puesto de dulces, pedí un cigarro.
-Hola mentirosa.
Encendió mi cigarro, lo pagó sonriente, sacó la libreta y escribió algo.
-Olvidaste tu arete.
-¿Viniste sólo a eso?
-Sí.
-Mentiroso.
-Sí.
-Quiero pedirte un favor.
-No soy modelo.
-¿Perdona?
-No quiero volver a posar para ti.
-No vine a solicitar eso, con una vez me bastó, ya no hay más que retratar, sigues igual de triste.
-No soy mensajera.
-No quiero que le digas nada a tu hermana.
-¿Crees que no sé qué pasó entre tú y ella?
-No, ¿Me permites hablar?
-No.
Me dio unas llaves en ese momento.
-Voy a salir de viaje ¿podrías alimentar a bolchevique?
-¿Qué es eso?
-Ya me tengo que ir, dos veces al día, no le pongas cosas reflejantes en frente.
-Todavía no te digo que sí.
-Pero quieres saber lo de tu hermana, entonces irás. Gracias por el retrato pero te ves mejor en movimiento e intentando ocultar una sonrisa, olvidé decirte, se llama “la joven sin el arete de perla” chao.
No podía quitar esa sonrisa estúpida de mi rostro, él se fue calmado como siempre, anotando algo en su libreta.
Raro y encantador, varias llaves para el único cerrojo el departamento que contenía ese olor de pinturas y cigarro que me hacían sentir acogida en ese lugar que ahora se veía pequeño sin el cuadro, apenas me dio las llaves avisé a Erika que debía irme, estaba recibiendo un cheque, la mujer que lo rentó no quitaba la mirada de mí rostro, yo no quitaba la mirada de la suma que se pagó por él.
Revisé la ventana, no había nada que mirar, no sé porqué se queda ahí petrificado, un pez beta color rojo encima de un cajón pegado a la pared, un futón, una radio que sintoniza únicamente AM con un solo CD adentro, oleos y pinceles tirados en el suelo, textos y textos por leer.
No dijo cuándo regresaría aunque por la escases de ropa, sería mucho tiempo. Gerardo tenía pocas cosas a parte de lo que restaba en el departamento, curioso, ya que con  lo que ganaba podía pagar lo que se le ocurriese.
Comencé a leer hasta que después de un punto y coma abrí los ojos; ya estaba por oscurecer nuevamente, recuerdo haber soñado con las historia de alguien más, distinto a Gerardo, supongo fue así por saber más de lo que no dice.
La señora de la limpieza dejó reluciente el departamento, el desayuno-cena estaba servido junto con varias libretas en blanco, dentro de ellas dinero y un bolígrafo sobre una mesa que habrá traído consigo.
-Nunca he tenido buena memoria y no me he empeñado en gozar de una, es el tiempo detenido por el asombro lo que provoca la urgencia de no dejar de patrón a la constante pérdida del detalle de las pinceladas imperceptibles que no pueden pasar desapercibidas para cualquiera que aprecie la maravilla-
Caminé en círculos mientras releía al mentiroso pintor, pensando en algo suyo que me hacía reflexionar todo lo mío… En mi innecesaria estadía en su departamento y tal vez en el mundo.
Sin pensarlo tomé una de las libretas aprovechando las vacaciones auspiciadas por Gerardo permitiéndome copiar un poco de su modus vivendi.
-Entre Angélica y Lizbeth estaba la diferencia que sabía de antemano, el conocer al vocero de mi nombre, para mis padres era Liz sin dejar de ser Angelica, para mis amigos “Angie” con  todo y el cariño para ese diminutivo, para Alan era simplemente… todo-
-Lo primero que viene a nosotros de nosotros mismos es la forma en que nos nombran, con la idea de los demás vamos dando cuenta de nuestro yo que es un mimo y que no basta tal imagen ahora sabiendo la lejanía del viaje que aún no se efectúa.-
Leía unos de sus párrafos y escribía uno de los míos, era una charla donde cualquiera de los dos éramos prescindibles.
Pasó el relato de la escuela, los regalos navideños adjuntado sus rencores por su insatisfacción en  la demanda –acepto que mil ponis son muchos para 3 reyes magos, pero no para la imaginación de una niña-mis flores favoritas y su continente perfecto, Gerardo y su música con el timbre idóneo, clima necesario e intenciones postizas proclives al deleite preciso –El nocturno en Do sostenido menor de Chopin con una mujer a lado pensando en otra, el padecimiento del sueño pero sin cabecear, sólo solo si se ve a la ventana-
Ya habían pasado varios días de vacaciones y yo sin avisar a nadie, mi único reporte y reportero, el cuaderno del cual es difícil desprenderse.
-Alan no era precisamente el príncipe azul, era de cualquier otro color menos el benéfico para la decepción hasta que un día queriendo tanto como lo quise se empapó del matiz de la desconfianza mientras yo portaba un atuendo de espectro infiel a la vista.
La ropa y la preocupación de Erika me obligaban a retornar. Yo también estaba alarmada por no poder encontrarla en las gavetas ni de la cocina, ya que por más que leía a Gerardo, sin excusas me convencía de que no podía haber ocurrido nada con la Srta. Dosal, además de saber que pronto llegaría al capítulo enteramente dedicado a Alan y no era justo que Gerardo no dedicara ni una página concreta a una sola mujer y sólo a sus secciones preferidas y anónimas aun con nombre que declaraba partes unívocas e irrevocables. Muslos (Mariana) Cuello (Sharon) pecas (Karen) inocencia (Ana) ilusión (Fabiola) aroma (Selene) pechos (La gran Odalisca de Ingres) Erika (memoria y tacones), esté último apartado me alejaba de cualquier pista.
-¿Dónde estabas?
-Cuidando la casa de un amigo que salió de viaje.
-¿Podrías ir por el cuadro? la señora lo rentó únicamente por una semana, si he de ser sincera puedo apostar que sólo fue por la moda en turno que es el cuadro de Gerardo, toma las llaves, recuerdas dónde está su estudio.
-Sí, con razón se molesta con las señoras copetudas de camioneta.
-Aquí está la dirección.
-No quiero ver otra vez el cuadro.
-Si te puedes ver al espejo no tendrás ningún problema en ver el cuadro.
-Mensa, Gerardo me habló de ti.
-Supongo fue una charla corta.
-¿Qué sabes de él?
-Lo mismo que él sabe de mí, casi nada. Sabe más de ti que de mí.
-¿Qué sabe?
-Sabe que has estado triste desde que lo conozco, lo mencioné alguna vez que no pude dejar de pensar en qué te había pasado.
-¿Le contaste qué pasó?
-Se hubiera desilusionado de la razón, preferí relatarle las manifestaciones del inconveniente y llenó varias de sus libretitas.
-Para la otra, mejor le cuentas mi vida a un noticiero amarillista.
Empaqué ropa, fotografías, me vi al espejo antes de salir… me tiene en varias libretas.
La señora copetuda pensó rentarlo más tiempo al verme, no sabía qué preguntar primero, así que lo envolví rápidamente para huir del interrogatorio. El chofer sufragado por la señora anonadada me dejó en el apartamento y me ayudó a subir el cuadro.
-¿De verdad ha leído todos esos libros?
 -En eso estoy.
-Ya sé que no es de mi incumbencia señorita, pero, ya no esté triste y ya no fume tanto, le va a hacer daño.
-No se preocupe, gracias por el consejo.
La sala apestaba a cigarro más que la primera vez que entré, la empleada de la limpieza había dejado sus cigarros, encendí uno y abrí las ventanas extrañada de que no entrase sonido alguno.
-El silencio se pinta y recrea movimientos que hacen que huela distinto y se sienta al tacto extraño, difuso, anestésico en ocasiones, lo suficiente para imaginar u olvidar lo que se exhala en susurros varios.
Pensé en releer el recuerdo de Erika pero ésta fue la libreta que se encontraba en su lugar, supongo que al sacudirlos se revuelven y Gerardo los ordena según el humor en turno. Esa misteriosa combinación en la que se establecían los recuerdos podría hacer de una persona otra totalmente distinta.
Escribiendo y leyendo comencé a dormir de día ya que de madrugada el vecino contiguo tocaba el piano suavemente, sin reserva, ni exigencia de ser escuchado o despertar a  los demás, tocaba apropiadamente a la temporada.
-A la distancia la movilidad lumínica viste a la ciudad de cosa que de día no se nota, los faros hacen ondear el vestido rojo, si hay apagones se queda desnuda, negra carne de asfalto ruidosa áspera exasperada, expresando motivos peatonales. Tiritando de frio las luces se amalgaman para arrullar a los intrusos del mundo, riendo caminan o se detienen en esos rayos delgadísimos que atrapamos al fondo roto de la pupila y aparece el vals radiante que no necesita música.-
Relatos suyos y míos que en esas varias noches confesaban la exigencia de querer olvidarlo, que jamás se hubiera inventado la sopa de letras para no armar su nombre cada vez que me encontraba con esa pasta, tener la memoria de un pez querer ser un pescado frío y des apetecible, eliminar la idea de par del universo, que nunca hubiese aprendido a hablar, ni a andar, ni a conocerme, ni a fugarse y regresar con traje de encantador presidiario a recitar su confesión burda, cómo demonios se entiende “…quiero estar contigo toda la vida pero ahorita no puedo”, qué acaso estás muerto por el momento, deja tu mensaje de odio por favor o me quedo en stand by, pido medio tiempo, regateo con el amor hasta que deje de darme desilusión al 2X1.     
Ya era suficiente, Gerardo debía tener algo igual, algo de mí, algo de tomar. Indagué tras cada letra posible, en cada cajón, debajo de la cama, en el congelador. Pensé en levantar la duela pero la idea de que encontrar un mensaje codificado me convenció más acompañado de un vodka.
En la mesa un vaso y unas pastillas para el dolor de cabeza, de igual manera en un intento de plantar una flor en el piso había unos cuantos puños de tierra coronados con un alcatraz de mis recuerdos difusos.
Estaba en condiciones sumamente desfavorables por lo que volví a dormir, creyendo que al despertar la señora habría limpiado las ilusiones  que causa la resaca a mitad de la sala.
-La luz que pasa por la ventana a lo largo del día ilumina de todas las maneras posibles el rostro que se puede enfocar en él, boceto continuo de cómo pudimos o podemos vernos en cualquier circunstancia si proveemos de gesto al reflejo. Por eso se queda ahí.
Yo había escrito eso, pero era la voz de Gerardo.
-Sólo te pedí que alimentaras al pez y jamás le hiciste caso, si no lo rescato de tu descuidado resguardo quién sabe qué sería de él. Te acabas el vodka y aparte no te gustan tanto como creí los alcatraces en su continente perfecto.
-Nunca te fuiste mentiroso, ¿Leías mi libreta?
-Quise irme pero perdí el avión y casi pierdo a bolchevique y mis botellas. Tú también leías mis libretas, mira este me gusta “La conciencia nos hace mendigos, el recuerdo nos viste de harapos, la nostalgia nos cubre de frio” es un buen collage.
-Dame mi libreta.
-Esté es buenísimo “Llegamos a la asimetría cuadrada, él tenía un lienzo, una intención que acaparaba todo”.
Tomé sus libretas
-Imagínese que la imagino, detalle, delirio dulce y dadivoso, es esa paranoia con moño rojo, de regalo que no se abre y va cerrando los trechos que nos dejan frente a la pared que parece puerta y la abrimos ¿quién anda ahí? nuestra ilusión muerta de hambre anestesiada, provisional, aburrida... un dos tres por los dos cobardes detrás del muro derrumbado, en el umbral.
-¿Qué se siente, eh? O, mira.
Tan triste como el gato sin botas, tan feliz como el perro con la cola entre las patas.
-También está este alegre pensamiento.
-Si te quiero y no me quieres regreso al infierno que conozco de memoria mejor que el sexo de una mujer, si me quieres y no te quiero conoceré el purgatorio y de ese lugar sólo tengo un mapa turístico, si los dos nos queremos conoceríamos el paraíso del cual sólo tengo postales… después de escuchar esto me dio mi boleto redondo al infierno…
-¿Cómo pretendes vivir así?
-Creo que estás frustrada Angie.
El cuadro estaba desenvuelto, el pintor lo contemplaba detenidamente.
-Los recuerdos florecen continuamente, son brotes y hojarasca con un merecido lugar en el jardín de la memoria, uno debe regarlos y sacarlos del invernadero de vez en cuando para quitarles el polvo y dejar que se oreen  sin temor al temporal nostálgico.
-¡Los malos recuerdos se deben superar y punto!
Lo dije gritando, lo dije rabiosa, pero él seguía viéndome teniendo en mente que la base de todo era un color doloroso y antiguo que se combinada rara vez ocremente con otra emoción.
-Traduje todas tus libretas a esté cuadro, por eso no las encontrabas. Tu hermana me habló preguntando por tu paradero y el del cuadro, deberías perderle el temor a que “Alan” hable de nuevo en cualquier momento. Le comenté que ya no se rentará más.
-Cuánto te darán.
-No sé.
-¿Porqué no lo vendías?
-Si lo que guarda la imagen es el cuadro, no se le puede restar la importancia suprema a esa dadivosa superficie proveedora de fe, que carga con la historicidad dinámica de todos los trazos que he llegado a realizar.
-¿Tan triste y por un sólo hombre?
-Sí, ojalá el cuadro no adorne una sala.
-Bueno yo también he llegado a tener de de esos desplantes. Tu sala es fea, pero ponlo donde quieras.
-¿Qué quieres a cambio?
-Poder pintarte de nuevo sin realizar una copia de éste.
Pasé a la ventana mientras que él encendió un cigarro.
-Extrañé la ventana.
-¿Porqué te gusta la memoria de Erika?
-Porque recuerda todos mis cuadros de una sola ojeada, y tiene muy buen gusto por los tacones.
-ja ja ¿Dónde te quedabas?
-Me pareció indispensable la idea de conseguir un departamento que estuviese justamente al lado del otro, lo compré sólo porque no cabían mis recuerdos en uno solo. No se debe guardar distancia en lo que se rememora, es un gran inconveniente tener los capítulos de un libro que se lee habitualmente regados por la ciudad, asimismo el piano requería  de espacio.
-Si no fueras así de raro no serías tú.
-Si fueses menos triste podrías ser quién quisieras.
La sonrisa mutua se reflejaba en el vidrio, se apagó un cigarro, se encendió otro.
-No tengo el gusto de conocerla Srta.
-Lizbeth Angélica Dosal.

G.B.A.

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